
En primer lugar quiero decirles que estoy muy contenta, más emocionada que nerviosa, por lo que significa para todos la construcción de una revista en el Centro de Lecturas: Debate y Transmisión.
Cuando decidimos con Nahuel que lo iba a acompañar, recordé el tiempo que hacía que estábamos pensando una revista, con diferentes momentos. Pero tengo una foto del año 2017 en Ambrosetti, en una jornada convocada por Juan Quiroga, donde somos muchos alrededor de una mesa con muchas revistas. Le debemos a Juan ese deseo insistente que logró contagiarnos, e hizo posible que hoy podamos estar acá en una deriva de aquello.
Por otro lado, creo que también es muy importante poder inscribir este acto en el marco de una tradición, y si hablamos de revistas de psicoanálisis, es conveniente empezar con los Cuadernos Sigmund Freud. Masotta funda los Cuadernos en 1970 y cuatro años después funda una Escuela, la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Luego sabemos lo que sucede, cuando Masotta estaba exiliado la Escuela Freudiana de Buenos Aires se apropia de esos Cuadernos. Pero lo importante acá es poder leer que cuando la revista se encontró con una escuela pretendió seguir con los efectos de propagación de un discurso, pero se opuso a ella el control institucional de la palabra.
Por eso Masotta informa, casi diez años después, que los Cuadernos son la publicación de la Escuela Freudiana de la Argentina, esto lo hace por razones históricas, y él mismo designa una dirección editorial que no coincide con la dirección de la Escuela.
Entonces, cuando una revista se encontró con una escuela se burocratizó la palabra. A nosotros nos tocó el camino inverso, es la institución la que necesita de la revista, como un modo más de transmisión. Esto no nos exime de repetir algunos problemas, pero intentaremos responder con la historia.
Masotta decidió crear los cuadernos Sigmund Freud a principios de los años 70, justamente los había llamado Sigmund Freud porque decía que había que revigorizar la investigación y la lectura de Freud, se estaba perdiendo ese interés en nuestro país.
Luego de diez años de aquella primera publicación, después de la ruptura de la escuela Freudiana de Buenos Aires, aparece el primer número de Cuadernos de Psicoanálisis, revista de la Escuela Freudiana de la Argentina. Con un escrito editorial titulado: “El horror del acto”, firmado por los que fueron designados en ese momento en la dirección de la revista, Sara Glasman, Jorge Jinkis y Germán García.
Ahí ellos se preguntan: “¿misión cumplida?”.
A lo que responden lo siguiente:
“No seremos precisamente nosotros, quienes transformaremos nuestros actos en siervos de un sentido presente, siempre irrisorio. Entonces, no habremos de juzgar por los resultados, más cuando lo que hicimos lo hacíamos por vano deseo”
No es esta la mejor parte del texto, pero me interesaba poder transmitirles la posición antiheroica que tienen, nada mas y nada menos que estos tres.
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Hay algo que dice Germán García en “Historia y transmisión”, creo que nos puede servir: Masotta proyectó una audiencia; que no fuera asquerosamente homogénea, “Es la audiencia la que hace soporte de un discurso y no al revés”.
Masotta no escribe para psicoanalistas, no habla para ellos: escribe desde el psicoanálisis y para el psicoanálisis esa es una diferencia muy importante.
Para cerrar esta invitación decidí escribir algo que fue tomando el nombre de: “Manifiesto Pulpo”
(Inspirada en unas anotaciones de un escritor argentino, del norte, el quijote de Humahuaca, Raul Perchal que tiene un librito llamado «Guía práctica para el bufón lúcido»).
1
Escribir no es ningún acto heroico, ni revolucionario, escribir es más bien una enfermedad del lenguaje. Una enfermedad de la cultura, que sirve –con muchísima suerte– para interrumpir ese diálogo del alma con uno mismo, para buscar la salida del ensimismamiento de los pensamientos hay que traducirlos, ponerles un disfraz, vestirlos de las palabras precisas, soportar la estupidez y empujarlos a un afuera.
2
A la hora de escribir, la costumbre de seducir y triunfar no debe transformarse en una acuciante necesidad patológica, ya que se puede llegar a un sometimiento agobiante del deseo de agradar con lo dicho.
3
Asumir el lugar o la voz de representantes o presentadores de problemas comunes implica el riesgo de suponer que existe un mundo que puede ser interpretado de acuerdo a algunas leyes discursivas. Escribimos para contarnos entre nosotros que nada es igual en una razón u otra, y que hay algo llamado la Cosa que no te va a dejar en paz, casi nunca.
4
Hacemos una revista para seguir la guerra contra el sí mismo por otros medios.
5
No olvidemos que somos una infinitesimal parte de la población del planeta, proclamarnos juntos y unidos parece fuera de lugar por el congénito narcisismo que nos posee. Intentemos caminar algunas cuadras juntos, altivos, expectantes, para que esto sea posible, para que esta máquina llamada Pulpo, sirva para desahogarnos de esa práctica masoquista y adictiva de escuchar, y que eso no nos conforme ni nos acorrale al vicio de creer que todo está dicho.
6
Que la Revista Pulpo sea una modesta posibilidad, un grito en el fondo del patio, para demostrarnos que no somos aislados casos patológicos. Que estamos hechos de un puñado de palabras que no significan absolutamente nada hasta que alguien las soporta.

Mariangeles Cuellas (1983, Rufino)
Creció en Rufino. A los 18 años fue a estudiar a Rosario, desde entonces vive en esa ciudad. Es psicoanalista, madre, ama de casa, miembro del Centro de Lecturas: Debate y Transmisión, integrante del Grupo Savoy, Secretaria General del Colegio de Psicólogas y Psicólogos de la Provincia de Santa Fe – 2ª Circunscripción, Rosario.
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