
Un museo de grandes novedades
Bifo Berardi y otros intelectuales hablan de una posible mutación cognitiva y/o antropológica que estaría produciendo el capitalismo. No me resulta muy creíble esa idea. Me parece producto del uso y abuso del término “performativo” que hacen los culturalistas, dando a entender que los seres hablantes podrian ser moldeados al infinito. Hay algo que es muy difícil de cambiar y hasta cierto punto imposible. Se trata de las fijaciones pulsionales que se anudan a lo que Freud llamaba las fantasias primitivas. Estas fantasias son escenas de violencia sexual que constituyen el basamento psíquico de los seres humanos. La mayoría de las personas las reprimen para poder vivir civilizadamente, pagando el precio de insatisfacción que acarrea toda neurosis.
La hiper exigencia que la guerra entre capitales le está imponiendo a la humanidad, más que crear mutaciones cognitivas pareciera forzar regresiones a posiciones primitivas. Lo que en un análisis se hace con tiempo y con cuidado facilitando su elaboración, la exigencia del capital la realiza salvajemente. Por lo que resulta más creíble que, antes que nuevas formas de pensar, produzca enloquecimiento, enfermedades, muertes, asesinatos y suicidios. Loquitos que pongan la música al palo sin importarles las molestias que ocasionan a los vecinos y loquitos que respondan a los tiros, por poner un ejemplo reciente de la vida barrial.
La idea de una posible mutación antropológica que se estaría produciendo tal vez se deba, en parte, a que algunos marxistas creyeron que la mayoría de las personas querían ser libres para poder vivir mejor. Y lo que sucede hoy muestra claramente que no es así. El fundamento pulsional es básicamente sádico y masoquista. Y no resulta sencillo hacer algo creativo con eso. Ya el Che Guevara había soñado con el hombre nuevo que nunca aconteció. Tal vez esa fantasía izquierdista se haya desplazado hacia la derecha y se crea que la novedad de la especie vaya a aparecer por ese extremo. Pero resulta más fácil imaginar el fin del mundo, e incluso el del capitalismo, que la aparición del hombre nuevo.
El discurso capitalista es una mutación del discurso del amo, según lo planteado por Lacan. Una de sus consecuencias parecería ser una modalidad de funcionamiento que se cierra sobre sí misma. A diferencia de los otros discursos no encuentra su punto de falla, que habilita el pasaje de un discurso a otro. Lo rechaza con furia. En ese sentido se acerca a lo que Freud llamaba pulsión de muerte. Un funcionamiento al modo de la serpiente que se muerde la cola. Para no autodestruirse debe exportar la violencia que lo habita. Por esto es dable pensar que se trata de un pseudo discurso. No hay nada allí que favorezca la simbolización del malestar que genera. Por ello no parecería factible que del estado de situación actual devenga una mutación antropológica. Tal vez lo que percibimos como ajeno, extraño y/o novedoso es la demanda del sujeto de ser devorado y/o transformado en un desecho. Pero me parece que no se trata de una novedad. Son posiciones regresivas de identificación al objeto oral y anal de la pulsión.
Libertad, igualdad, fraternidad
Sería deseable que el trinomio libertad, igualdad, fraternidad, consagrado por la Revolución Francesa, como fundamento moderno de la democracia, funcionara al modo del nudo Borromeo: cada uno anudando a los otros dos y sirviéndoles de límite. Para eso habría que aceptar el punto de imposibilidad de cada uno. Entender que ninguno puede realizarse solo. La creencia en la superioridad de algunos sobre los otros conduce a las más feroces dictaduras.
Algunas versiones comunistas lo hicieron con la igualdad avasallando libertades e idiosincrasias culturales.
El nazismo con la fraternidad suponiendo que su idiosincrasia era la única viable. Barrió con libertades y con otras fraternidades.
El capitalismo neoliberal lo hace con la libertad. Rechaza la igualdad, considerando inferiores a los trabajadores y desocupados. Rechaza también las diferencias culturales globalizando la lógica del capital y tratando como desecho a todo aquello que no se somete a la misma. Sin igualdad ni fraternidad unos pocos gozaran de la libertad de acumular cada vez más capital mientras millones gocen de la libertad de ser cada vez más explotados o morirse de hambre.
Grotesco y crueldad
La democracia se ha convertido en un obstáculo para la guerra entre capitales. La aparición del grotesco en los estamentos del poder político, no solo en países periféricos como el nuestro, es una muestra cabal de la degradación de la democracia. Se trata de personajes que horadan permanentemente la legitimidad del lugar que ocupan. Ya no necesitan de argumentos en los que sostenerse. El grotesco muestra a cielo abierto el fundamento pulsional del ejercicio del poder. Se trata de la aplicación de la fuerza para el dominio y la explotación del semejante. Llegado a ese punto el robo y saqueo de un país, pese a ser el principal objetivo conciente, corre el riesgo de pasar a segundo lugar. El primero lo ocupa el ejercicio pulsional que se satisface a sí mismo. Como el saqueo de naciones subdesarrolladas no implica ninguna novedad, para quien tiene los pies sobre la tierra, llegado a este punto, la única novedad esperable es la intensificación de la crueldad que, a decir verdad, tampoco constituye algo tan novedoso.

Alejandro del Carril (Buenos Aires, 1968)
Psicoanalista. Lic. en psicología. Miembro del Centro de Lecturas: Debate y transmisión. Docente universitario. Trabajó en instituciones públicas y privadas de Salud Mental y con un equipo de psicoanalistas en una villa de emergencia del conurbano bonaerense. Fue integrante del Consejo de redacción de la revista Psyche Navegante y del staff del programa radial «Descolgados en Palermo». Es autor del libro «Psicoanálisis en la locura de la razón capitalista» y co-autor de «Cruces entre psicoanálisis y neurobiología «, «Adicciones. Una mirada psicoanalitica actual» y «El discurso capitalista y sus consecuencias en lo social, lo político y lo singular «.
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