Teoría del robo, una reseña de Tomás Grieco


Kleptopoesía
Hugo Emilio Sánchez
Ediciones QEJA
2025

Hay gente que no escribe pero que sí lee todo aquello con lo que tropieza: novelas, cuentos, ensayos, notas de diario, posteos de Instagram, la borra del café, los pelos del gato en el piso, el rastro del llanto en el rostro o en la nube. Pero, como dice Fabián Casas, no se sabe si todavía hay gente que lea poesía pero que no la escriba. Si es que alguna vez la hubo, lo cual daría cuenta del carácter de inseparabilidad entre escritura y lectura. Más que en ningún otro formato literario, tal vez resulte que en la poesía sea imposible leer sin escribir, algo que hace al aspecto festivo de lo delictivo en el campo poético. Porque, en el poliladron de la poesía, siempre es mejor ser ladrón que policía.

Esto es lo que pone a trabajar la Kleptopoesía de Hugo Emilio Sánchez:

Leónidas le pasa la lengua por los ojos a Hugo
Hugo le pasa la lengua por los ojos a Leónidas
se anudan las lenguas
en la rueda del tiempo
que gira y gira

Quienes hacen un pacto de lengua en la imagen del poema, son los poetas Leónidas Lamborghini y el propio Hugo Emilio Sánchez. Y en ese anudamiento, la pregunta es: ¿quién dijo qué? Pero, ¿importa quién lo dijo en realidad? Porque, como señala el autor, entre otras tantas frases lúcidas:

agarrar
no es tener

Y su poesía da cuenta de este carácter privativo de la existencia humana. Una privación que implica que, más que poseerlas, son las palabras las que nos poseen a nosotros:

mientras
espero
en una estación que no existe
la palabra que me lleve
a ningún lado
y me olvide

La paradoja es que, como dice Donald Winnicott, resulta imposible ser creativo sino sobre la base de la tradición. Lo cual también quiere decir que, muchas veces, la traición resulta la mejor forma de lealtad.

La creación tiene carácter de teléfono descompuesto: escribir poesía no es algo muy distinto a confundir una palabra cuando escuchamos una canción que nos gusta. Es la continuidad del error que viene de otro gesto. Por eso, el único muerto es el que lee correctamente.

Además, como me dijo una vez alguien querido, la poesía es también una forma de vestirnos. Aún más, es una forma de travestirnos. Siempre me gustó el título del disco de Divididos: Vengo del placard de otro. Antes me parecía divertida la imagen del amante que se oculta en el placard para después salir corriendo. Pero, últimamente, empecé a pensar en el primer sentido, el literal: todos venimos del placard de otro. Hablo del niño que se pone los zapatos de la mamá cuando ésta sale a trabajar, del hermano menor que hereda la ropa del mayor, y también del poeta que se viste con las palabras de sus poetas de referencia.

Tal vez, más que de una teoría, deberíamos simplemente hablar de una cosmética del robo. Detrás de ese maquillaje, está el contagio. Y es que ¿se puede llamar robar a la entrada en el organismo del virus que nos va a desintegrar? Y todavía más. Por detrás de esa otra máscara que es la del contagio, el hecho es que, como dice Jacques Lacan, el yo se constituye a partir de la imagen del otro, de su ropa. En todo caso, como también me dijo esta persona querida, de lo que se trata es de poder tomar algo de los otros sin identificarnos con ellos.

Quisiera citar unos últimos versos de Kleptopoesía, para invitar a la lealtad del robo… es decir, a su pronta lectura:

para organizarme uso relojes
si no voy a hacer nada
es importante
que sea a tiempo


Tomás Grieco (Buenos Aires, 1985)

Es licenciado en Psicología. Especialista en Psicología Clínica. Docente UBA y UCES