
En Estudios sobre la histeria existe un pequeño pasaje que condensa una manera muy particular de leer los textos freudianos. Allí, en el caso de la señorita Elisabeth von R. Freud dice que a partir de que abandona la hipnosis arriba a un procedimiento que luego eleva a la condición de método. Es decir que inventa un método nuevo, diferente. Entonces cabe la pregunta: ¿cuál es la novedad freudiana? Es que Freud está trabajando con el inconsciente. Entonces sucede que la operación de razonamiento se esfuma cuando el inconciente emerge. Freud pone en acto el inconciente en el trabajo de construcción del método, y la diferencia que presenta con los científicos, es que está implicado en esa investigación. Con el Seminario 11podemos nombrarlo como “el deseo de Freud”; ese pecado original que oficia como cero de la serie. Entonces hace estallar la lógica aristotélica, porque no le alcanza esta lógica para explicar el método.
Sin embargo, el inconciente no es lo único que está en juego en el método.
Sucede que Freud en Inhibición, síntoma y angustia habla de las dificultades con que se encuentra con el cambio de conceptualización de la angustia, con el problema de la angustia automática y la angustia señal, y sobre todo con el problema de dónde vienen las neurosis. También sucede que empieza a tomar al yo de otra manera. Dice Freud: no pensemos que el yo es vasallo, impotente, porque para inhibir o desviar el decurso excitatorio de las mociones pulsionales del ello solamente tiene que emitir una señal de displacer, es decir, tiene un poder sobre el ello. Dice, luego de lo que plantea en El yo y el ello, que ese juicio ha hallado fuerte eco en la bibliografía psicoanalítica. Innumerables voces destacan con insistencia la endeblez del yo frente al ello, formando una cosmovisión psicoanalítica. Y pregunta: “¿La intelección de la manera en que la represión demuestra su eficacia no debería mover a los analistas a abstenerse de una toma de partido tan extrema?” (Freud, 2008, p. 91). Esas cosmovisiones hay que dejárselas a los filósofos, que así dan razón a todo. Y sostiene que es justamente nuestro trabajo, limitado en su miopía, el que hace necesarias las reedicionesde estas cosmovisiones.
La cosmovisión que pretende un método científico, que se apoya en la lógica aristotélica, es todo lo contrario a la lógica del método freudiano. Esto se puede observar cuando Freud en 1926 se encuentra con nuevas cuestiones acerca de la angustia, la represión, las neurosis, pero no retrocede ante eso. O sea, no se cierra en lo que él llamaba la cosmovisión psicoanalítica, sino que los obstáculos que encuentra no obstaculizan, por el contrario propician la ampliación del método.
Acá Freud está elaborando la segunda teoría de la angustia y dándole otra vuelta a la segunda tópica que planteaba en El yo y el ello, sobre todo al lugar del yo. Plantea que a consecuencia de la represión, el decurso excitatorio intentado en el ello no se produce; el yo consigue inhibirlo o desviarlo. Entonces ya no plantea la «mudanza de afecto» a raíz de la represión. Acá es donde la potencia del yo juega un papel preponderante en el cambio de conceptualización de la angustia, y por ende de las neurosis.
Freud va y viene varias veces en relación a si la angustia es automática o es una señal retomada por el yo, no las puede hacer encajar, parecieran ser dos angustias distintas. Por un lado plantea al yo como genuino almácigo de la angustia. Y a su vez plantea que la angustia no es producida como algo nuevo a raíz de la represión, sino que es re-producida como estado afectivo siguiendo una imagen mnémica preexistente. Esa imagen mnémica preexistente podría ser la angustia del nacimientode Rank, pero es injustificado suponer que en todo estallido de angustia ocurra una reproducción de la situación del nacimiento. Acá está claro el problema.
¿De dónde viene ese vaivén freudiano? ¿Esa aufhebung, donde cancela y mantiene al mismo tiempo sus hipótesis? El primer punto de apoyo lo podemos encontrar en 1923: complejo de castración mediante, Freud necesariamente tiene que volver a repensar sus conceptualizaciones sobre la angustia. El segundo punto de apoyo es Rank: la política de Freud está a la medida de la continuidad del movimiento; frente a la angustia del nacimiento, le responde, nuevamente, con el enigma de la sexualidad infantil y la castración. Freud sube intencionalmente a Rank al ring para discutir la etiología.
Más adelante lo resuelve diciendo que el yo debe proceder contra una investidura de objeto libidinosa del ello (complejo de Edipo de corriente tierna hacia la madre), porque ha comprendido que ceder a ella aparejaría el peligro de la castración. Y plantea que tenemos que reflexionar sobre la posibilidad de que la represión sea un proceso que mantiene un vínculo particular con la organización genital de la libido (peligro de castración), y que el yo recurra a otros modos de defensa cuando se ve precisado a resguardarse de la libido en otros estadios de la organización. Entonces se trata tan a menudo del peligro de la castración, como de la reacción frente a una pérdida. Son ambas.
De esta forma la pérdida de objeto aparece como condición de la angustia, y por ende el peligro en la fase fálica es la separación de los genitales. La privación de ese miembro equivale a una nueva separación de la madre, es decir, implica quedar expuesto de nuevo, sin valimiento alguno. Así, la angustia sería el fenómeno fundamental y el principal problema de las neurosis.
Pero tenemos dos casos: que en el ello suceda algo que active una de las situaciones de peligro para el yo y lo mueva a dar una señal de angustia a fin de inhibirlo, o que en el ello se produzca la situación análoga al trauma del nacimiento, donde la angustia sobreviene de manera automática. El primer caso corresponde a las psiconeurosis y el segundo a las neurosis actuales, pero, dice Freud, también sobre el terreno de las neurosis actuales se desarrollan las psiconeurosis: se da cuando el yo intenta ahorrarse angustia y la liga mediante una formación de síntoma. Mariano Bello, hablando de las neurosis actuales y lo actual en las neurosis, decía que Freud con este tipo de neurosis construye una metáfora, habla del grano de arena en el centro de la perla neurótica. El grano de arena está en el núcleo de la formación del síntoma neurótico. Se trata de una alteración somática en el corazón del síntoma, pero no es tanto la conversión histérica, sino la solicitación somática: el cuerpo que pide. Ese cuerpo extraño como grano de arena que puede ocupar el lugar de la causa. Porque acá el problema con el que se encuentra Freud es acerca de la causación de la neurosis. Y lo que causa verdaderamente el síntoma, decía Mariano, es esa irrupción somática. Entonces hay un vínculo entre la formación de síntoma y el desarrollo de angustia; es decir, también puede ser síntoma toda inhibición que el yo imponga. En la interrupción del circuito que provoca el yo está esa extrañeza del cuerpo, el cuerpo que no responde. Hay algo que se nota, algo que no es del estatuto del síntoma, hay algún registro de eso como extraño. Es lo propio que se volvió ajeno; el yo mismo lo expulsó y a la vez después trata de enquistarlo. Porque la emergencia del cuerpo propio se da como cuerpo extraño. El cuerpo propio no coincide con el yo, por más esfuerzos que haga. Y lo que el yo no llega a recubrir del cuerpo propio, aparece como cuerpo extraño. Yo es otro, decía Rimbaud.
Entonces, si el acto de la represión nos muestra la fortaleza del yo, también nos muestra su impotencia, y el carácter no influible de la moción pulsional. Porque el proceso que por obra de la represión deviene síntoma afirma su existencia fuera de la organización yoica y con independencia de ella. Se podría decir que el síntoma y sus retoños gozan de una extraterritorialidad dice Freud. Y pone el ejemplo del síntoma como un cuerpo extraño. Entonces el trabajo no se termina al reprimir una moción pulsional sino que continúa en la lucha contra el síntoma, lo que genera un gasto de energía continuo. Esto explica el posterior intento de reconciliación: el yo intenta cancelar la ajenidad y ligar el síntoma, porque es una intrusión de lo reprimido en la organización yoica. Pero no es parte de la organización yoica, es un cuerpo extraño, un intruso, una ajenidad, algo extraterritorial.
Con esta segunda concepción ya no se genera angustia como respuesta frente a la represión, sino que la angustia es generada por el yo frente a una situación de peligro que acarrearía acceder a la moción pulsional suscitada en el ello, y luego reprime. Entonces, el problema que se le presenta a Freud es de dónde vienen las neurosis. Dice: «sin advertirlo nos hemos vuelto a topar con el enigmático problema, tantas veces planteado, de saber de dónde viene la neurosis, cuál es su motivo último, particular. Tras décadas de empeño analítico vuelve a alzarse frente a nosotros, incólume, como al comienzo.»(Freud, 2008. p. 140). Por ende, lo decisivo en el desenlace de la neurosis sigue siendo desconocido para nosotros. Es muy freudiano admitir esos agujeros en la teoría, que en definitiva son las que hacen al psicoanálisis. O sea, como decíamos antes, la angustia oficia como un obstáculo para el método, es acá el grano de arena en el centro de la perla neurótica, pero a su vez es lo que propicia la ampliación del método. Porque Freud en 1926, haciendo ya casi cuarenta años que estudiaba las neurosis, sigue sosteniendo que su causación es desconocida. Esto hace a la identidad del método freudiano. Acá, Freud se encuentra con que la angustia hace obstáculo y le permite ampliar el método, nosotros hoy, según lo que se trabajó en el año, nos encontramos con otra pregunta: ¿cómo articulamos esa angustia que no tiene representación, que las representaciones resultan insuficientes, lo no articulable de la angustia, con lo desarticulado del cuerpo actual en relación a la palabra? Freud dice “solo la paciente prosecución del trabajo que todo lo subordina a una sola exigencia, la certeza, puede producir poco a poco un cambio. Cuando el caminante canta en la oscuridad, desmiente su estado de angustia, mas no por ello ve más claro.” (Freud, 2008. p. 92). A partir de ahí podemos pensar que la época, con los avatares de lo que Fisher llama el realismo capitalista en el cual estamos inmersos, no hace estallar el método, sino que invita o incita a ampliarlo.

Ivan Todorovich (Isla Verde, 1999)
Vive en Rosario desde 2017, donde practica el psicoanálisis. Forma parte del Grupo Savoy. Forma parte de la coordinación del grupo de trabajo El Método Freudiano en el Centro de Lecturas: Debates y Transmisión. Es adscritpo en las cátedras “Psicoanálisis y psicopatología” y “Clínica I” de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.
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