A propósito de los ochenta años de la publicación de El Aleph
de Jorge Luis Borges

i)
Existe una atracción innata en los textos de Borges: el lector se sumerge a un abismo. Es disciplinado al orden de las palabras en cada enunciado. De esa manera, la vista es cómplice de una tarea que implica cada trama de sus cuentos.
En primer lugar, decir ejercicio visual es, de alguna manera, suponer que cada letra borgeana, se instala en una hoja en blanco, se graba en papel, se acuña en un garabato cubierto de tinta para estremecer. Quizás un molde para que el ojo humano rellene.
En segundo orden de cosas, Borges genera el artificio de reiterar el efecto de la “antecedencia” de su propio discurso. No hay vacíos previos ni ajenos, ni origen escrito.
Ni Stevenson, ni Güiraldes son dueños de aquello que Borges escribe sobre ellos. De alguna manera los desapropia de su lengua.
Por otro lado, la propia palabra remite a un “diccionario” anterior, a una enciclopedia; en el mejor de los casos a una cartografía desordenada que impone una búsqueda de lugares, de autores y de obras que se asemejan justo por lo distante.
En ese ir y volver de citas, existe un aspecto lúdico. Desarmar un entramado, un “encastre”, un catálogo se parece a un rompecabeza pero, sin una pieza final; es decir, un troquelado sin puntos de unión 1
Detrás de estas conjeturas hay por sobre todo la idea de que la literatura “esconde” un universo deshilvanado al que hay que unir. Es decir, se requiere de una sintaxis que modele la estructura que el cosmos necesita. Entonces, la trama borgeana vendría a ser una “incompletud”, una urgencia demandante.
El Aleph nunca concluye. Su punto final es otra falacia; es una puesta a prueba, para fingir que el lector se sienta cómodo con haber llegado al final.
ii)
Se desciende al sótano de la casa de la calle Garay; al infierno, también reconocido en la literatura. El Dante en La Divina Comedia ubicó estratégicamente en este espacio a los seres indeseables para castigarlos. Ése fue el sitio de la lujuria.
Borges, emprende un recorrido inverso. Va a lo oscuro. El universo que, entonces, poseía un sitio espacial privilegiado: estaba por sobre el hombre, por sobre la mirada humana en El Aleph, se altera.
Daneri, en la figura de un escritor pretencioso, lo obliga a “ver” en la oscuridad. A Borges lo atrae el “enigma”, lo indescifrable 2.
¿Acaso los retratos de Beatriz Viterbo rodeada de todos los objetos que la rodean no son signos que conforman una escritura de su vida?
El universo planteado por Borges es un continuum semejante a la escritura.
(…) “Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato; empieza, aquí,
Mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de
Símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los escritores
Comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi
Temerosa memoria apenas abarca? “ (…)
Justamente ese “pasado”, ese espacio neblinoso en el que pareciera escribirse lo “anterior” es el universo común de la escritura.
iii)
La lengua encierra otro conflicto: el del olvido y el de la memoria. Son dos entidades binarias que se yuxtaponen una a otra. La literatura repara y recompone el olvido a través de la escritura.
El Aleph es un recurso de sustitución: aquello que desaparece por el tiempo resurge por los “restos” que quedan3 Hay una capa que recubre el pasado: es lo inmediato.
La casa de El Aleph se va a derrumbar, pero la memoria es irreductible. El recuerdo es lo más parecido a las voces que todavía se escuchan en los patios deshabitados. Son los sonidos que perduran de los juegos, de las palabras que quizás nombran a quiénes ya no habitan en ellas.
Hay que pensar El Aleph como una pieza de arquitectura, un plano sobre el que se diagraman las entradas y salidas de los caserones del barrio de Constitución. Unos espacios con ascensos y descensos.
En la antinomia de los personajes vivos Borges y Daneri, se contrapone la estética del exceso y de la austeridad. Borges practica una taxidermia en los versos de Daneri. El mismo ejercicio de los harúspices del mundo latino, quienes abrían las vísceras de las aves para aventurar el destino que les iba a corresponder en las batallas.
Advertir el porvenir es perpetuar el vicio más antiguo de la humanidad: creer en la victoria.
Pensar que se puede descifrar el universo, desenredar ese “continuum” infinito para detenerlo: algo tan ingenuo como suspender literatura.
(…) “¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi
Todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el olvido;
Yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años,
Los rasgos de Beatriz “ (…)
iv)
Entre los dos hombres de El Aleph media una mujer. Los dos poseen el atributo propio de los dioses: la persistencia. Daneri, por publicar y Borges por recordar a Beatriz. Los hombres por remedar a Daneri y a Borges son obstinados en librar batallas.
Necesitan bajar escaleras para interpretar, que es una manera de inmiscuirse en lo ajeno.
El Aleph en sus ochenta años nos enseña a leer sin necesidad de devorar palabras. La de Borges personaje y escritor no deja de ser una tarea de gigantes.
1 Observemos junto este relato la dinámica de Funes el Memorioso en Ficciones (1944), y El idioma analítico de John Wilkins en Otras Inquisiciones (1952) entre otros textos.
2 En el cuento La casa de Asterión en El Aleph (1949) el Minotauro para buscar entretenerse voltea paredes. Esos bloques que tira pueden ser interpretados como las palabras, los sintagmas que se sustituyen para escribir. Otra vez la escritura remite a la propia escritura.
3 Sigmund Freud en El malestar en la cultura (1929) menciona aquello que subsiste pese a la modernidad. Esos resabios a partir de los cuales se reconoce lo anterior, o aquello que estuvo antes.

Guillermo Fernández (Buenos Aires, 1951)
Es Profesor de Lengua, de Literatura y de Latín. Ejerció la docencia en los niveles medio, terciario y universitario. Publicó los libros Sólo razones (cuentos, 2005); las novelas Nadie muere en un bello día (Del Dragón, 2010); El cielo de Lucy (2012); Polonio espía detrás del cortinado (2016); El recurso de la noche (2020). Estas últimas en la Colección Novela Viva de la Editorial Letra Viva. En el año 2018 publica Demonios en Jeppener (Editores Argentinos, 2018). Es miembro de Centro de Lecturas: Debate y Transmisión.
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