
El hecho de que un niño diga quizá, no todavía, antes de que sea capaz verdaderamente de construir una frase, prueba que en él hay algo, un colador que se atraviesa, por donde el agua del lenguaje resulta que deja algo al pasar, algunos detritos con los cuales él va a jugar, con los cuales tendrá que arreglárselas. Es eso que le deja toda esta actividad no refleja — vestigios, a los cuales, más tarde, porque él es prematuro, se adjuntarán los problemas de lo que va a asustarlo. Gracias a lo cual va a hacer la coalescencia, por así decir, de esta realidad sexual y del lenguaje.
J. Lacan, Conferencia en Ginebra sobre el síntoma (1975)
Una política del discurso o el prestigio del psicoanálisis
En este escrito nos proponemos hacer algunos comentarios sobre el encuentro del 2022 de Psicoanálisis en Lengua Castellana, para comenzar a aproximar y articular dos ideas fundamentales para el movimiento. La política por un lado y la lengua por otro. Sin duda estas breves palabras no pueden cernir la complejidad que el entrecruzamiento propuesto supone, pero sí comenzar a trazar horizontes y juntar elementos para pensar y formalizar a futuro una política de la lengua.
La propuesta política de pensar el psicoanálisis en lengua castellana no solo es un intento de superar la falsa dicotomía entre teoría y práctica del psicoanálisis, problemática que se despliega hacia el interior del discurso analítico, sino también de abordar la cuestión de su prestigio en relación a otros discursos, es decir, ocuparnos de las problemáticas que se despliegan hacia el exterior del discurso. Su valor en el mercado del saber.
Preguntarnos por el estado actual del discurso analítico y por la formación de los analistas futuros implica, entonces, tratar de situar qué tipo de autoridad le es posible, cuestión ineludible si pensamos que la eficacia del método freudiano es solidaria de su “situación”. ¿Qué otra cosa impulsa más la transferencia que el prestigio del analista? Basta con no olvidar, para estar a salvo de la infatuación, que ese prestigio el analista lo toma prestado de la autoridad del método, y no a la inversa. De allí que resulte imprescindible preguntarse por el estado actual del psicoanálisis en relación a otros discursos, tanto del ámbito de las disciplinas terapéuticas como del basto ámbito cultural.
A su vez, implica la necesidad de reconstruir un lenguaje que abra las fronteras del encierro que supone quedar hablándonos entre nosotros. El lugar que ocupa el psicoanálisis en relación a otros discursos también interroga sobre cómo nuestro lenguaje puede interesar o no a otros en el psicoanálisis. Es decir, cómo puede dar lugar a quienes se interesan, pero no lo practican.
Hablar sólo entre “especialistas”, entre quienes practican el psicoanálisis, es testimonio de una sola cosa: una profunda incapacidad e imposibilidad de transmitir la experiencia a aquellos que no la tienen.
En la lengua, a nivel del decir, no podemos subsumir la gramática a la lógica, dado que la lengua se apoya en el malentendido, vive de este y los sentidos se multiplican sobre los sonidos. Pero a nivel la escritura ese esfuerzo de dominio de la gramática por la lógica lo nombramos como la construcción de matemas que son letras sin significación. Discursos sin palabras. El matema subsiste a la cuestión del nombre propio. La escritura de matemas en psicoanálisis, es un intento de Lacan de salir del encierro, dado que, si los hay, aquellos no analistas pueden contribuir al debate.
Lacan entonces escribe el psicoanálisis, cambia su lenguaje, su sonoridad, se orienta hacia otros discursos, invierte términos de lugar, los rebautiza y en ese sentido es más que un retorno a Freud, es pasar la razón de Freud a la lengua francesa. Acá en argentina, Oscar Masotta retoma ese espíritu, libera a los psicólogos de los médicos e interesa a personas de letras, sociología, escritores, filósofos. Construye un programa y enseña las lecturas de Lacan con los textos freudianos. Con el tiempo institucionaliza esa práctica fundando la primera escuela de orientación lacaniana del continente. Esa fuerza parece perderse y menguar por varias razones que venimos situando, entre otras: los ostracismos institucionales, las particiones de los grupos, el modo mimético de transmisión. Decía Oscar Masotta “sólo tendremos lectores dentro de veinte años, si la banda que hoy nos sigue se mantiene hasta mañana.” Indica además del compromiso de la banda, que el psicoanálisis debe reinventar su lengua para no quedar atrapado en el encierro. Ahora se ha multiplicado el problema. En principio, la inclusión de no-analistas no solo es extender afuera el campo de psicoanálisis sino ampliar el adentro dejándose afectar por ese afuera. No es un simple llevar el psicoanálisis a otros, sino dejarse afectar por esos otros. Por otro lado, la dispersión en grupos las más de las veces reproduce la escena de analistas hablándole a grupos de personas en “formación”. Entonces, no se habla a no-analistas, pero tampoco se habla mucho entre analistas. La situación aumenta considerablemente si se trata de analistas contemporáneos de la misma lengua, pertenecientes a grupos, escuelas e instituciones, diferentes.
Es necesario que cada grupo conmueva ese interior calentito, protegido, dulce, de microsociedad, y pueda conmover ese entre nosotros de cierta elite que imparte clases a un grupo ávido de pertenecer a la misma, impulsados las más de las veces por el modo en que se presenta el psicoanálisis en las facultades de psicología.
¿De qué forma nos contamos el psicoanálisis entre analistas? ¿Cómo se lo contamos a los “otros” no familiarizados con la forma jeringosa que cierta transmisión del psicoanálisis lacaniano ha adoptado en la Argentina? ¿Cómo se traducen a nuestra lengua las intervenciones de un analista cuando se ha formado sobre la base de la repetición de frases y fórmulas, precisamente cuando estas fueron formuladas para no repetirse ni estandarizarse?
Ahora bien, esta discusión, que debe darse al interior del psicoanálisis, pierde su sentido si se transforma en una lucha no ya por el prestigio del psicoanálisis y su enriquecimiento general, sino en una “luchita” interna comandada por el narcisismo de las pequeñas diferencias donde el que gana, pierde. Gana el narcisismo en detrimento del psicoanálisis y su prestigio.
En el capitalismo tardío hay una internalización de los aparatos de control, que ya no necesitan de coaccionar desde afuera para garantizar su eficacia. Quizá el más logrado sea el del proceso de individuación de las experiencias, cada vez más cercano a una práctica de aislamiento. Este proceso que va oradando las construcciones conjuntas, favoreciendo el individualismo, alienta las discusiones entre quienes piensan de forma similar. Las causas comunes se diluyen, y se exacerba las singulares. La desigualdad ya no se articula a la diferencia que el sistema produce, según el lugar que se ocupa en los medios de producción. Al borrar la diferencia que el sistema produce, la desigualdad ya no es referida a esta, se singulariza y se diversifica dando lugar a «sindicatos de la carencia”, tal como lo nombra Carlos Quiroga, sindicatos de un solo afiliado, que viven la lucha de otros sindicatos como opuesta a la suya. Así el mismo capitalismo contribuye a hacer crecer el triunfo del narcisismo de las pequeñas diferencias anunciado por Freud.
No va de suyo que practicar el psicoanálisis implique necesariamente haberlo incorporado como discurso a nuestra lengua; el barroquismo copiado y estandarizado -a pesar de la advertencia de Lacan: “hagan como yo, no me imiten”- con el que usualmente se transmite y se practica el psicoanálisis en los foros más prestigiosos de nuestro país, más bien parece no dar cuenta de la pérdida necesaria que implica toda incorporación. De allí que una política del discurso analítico deba hacerse la siguiente pregunta: ¿Qué se pierde en el paso del psicoanálisis a la lengua castellana?, ¿Qué posibilita esa pérdida?
En principio, intentaremos encontrar algunas pistas en el interior del discurso, es decir, en las obras de Freud y Lacan.
Pérdida e incorporación
Una de las operaciones necesarias en este intento de pensar el psicoanálisis en lengua castellana implica detenernos en las consecuencias clínicas diferenciales que surgen de los sentidos posibles de las formulaciones teóricas que encontramos en Freud y Lacan. Ejercicio fundamental respecto de este último, ya que es de su enseñanza de la que se ha hecho una dogmática cacofónica y petrificante. Pero es también necesario respecto de Freud, ya que darlo por superado implicaría haberlo entendido de un modo acabado.
Detengámonos, para comenzar a indagar esta relación entre perdida e incorporación respecto del lenguaje, en aquel baño de lenguaje primero que inunda al niño al nacer y que Lacan más adelante nombró como lalengua. Término neológico que incorpora el articulo (la) a la palabra lengua y la nombra escrito todo junto, para dejarlo próximo en términos sonoros al “lalelo” infantil (lallation). En 1976, Lacan afirma: “El hombre crece tan inmerso en un baño de lenguaje como inmerso en el medio llamado natural”, un medio que es tan real como el mundo exterior. Lo primero que nos salta a la vista frente a esta formulación es una diferenciación fundamental entre el lenguaje articulado, estructurado según las leyes de la gramática, y esta forma primera, prediscursiva, compuesta de sonidos no articulados.
Al hablar de lenguaje en tanto discurso articulado, pensamos en el funcionamiento de una estructura, a diferencia de este medio acuoso que nos refiere la metáfora del baño que va más bien en contra de la idea de algo organizado por leyes, destacando el carácter fluido, indeterminado en sus formas y límites, del medio al que nace el niño. Son muchas las referencias de Lacan a lo acuoso de este primer momento. El “agua del lenguaje” nos dice, que “impregna” y divide al sujeto (impregnar es sumergir un cuerpo poroso en un medio liquido por un tiempo considerable de tiempo). Así mismo, cuando destaca la función del deseo de los padres en la construcción subjetiva del niño, en cómo estos modelan al sujeto en la función del simbolismo, remarca la importancia no del mensaje del Otro, sino que al niño se le “instila” (cuya primera definición es la de echar gota a gota un líquido en un sitio) un modo de hablar. Fíjense que en ese universo primero que recibe al niño, ese medio acuoso que es un lenguaje sin estructura que impregna al niño – desterrando toda ilusión de apropiación activa – ese universo está compuesto por modos de hablar, cadencias, sonidos que carecen de sentido, pero no de presencia; compuesto también por ruidos, vibraciones, lejanas bocinas, canciones de cuna, todo un mundo que impacta en el recién nacido alterando sus ciclos bilógicos, sus “ritmos” cardíacos, respiratorios. Como bien destaca Pablo Peusner, Modifican su aliento (psique, en griego) su animatio (alma, en latín), su espíritu, provocando su agitación. Pascal Quignard, en “El odio a la música”, dice: “los sonidos que hay en el aire perturban al recién nacido (…) polirritmia corporal cardiaca, luego aullante y respiratoria, luego hambrienta y gritona, luego motora y balbuceante y luego lingüística que es tanto más adquirida cuanto parece espontánea, sus ritmos son más miméticos y sus aprendizajes más contagiosos que voluntariamente desencadenados”.
Medio hostil por la pasividad respecto de los estímulos que lo abordan y desbordan desde distintos lados, principalmente el sonoro. Entendemos que ese baño de lenguaje es al comienzo un universo sonoro que el niño recibe con todo su cuerpo, del cual se destaca el oído como el único órgano sensorial que carece de la posibilidad de cerrarse.
El oído no reconoce límites ni bordes; carece de algún elemento que haga de párpado. Esos sonidos primeros desconocen los límites de la piel toda. El cuerpo surge de ese encuentro y esa ausencia de límites y distinción entre él y los sonidos vibraciones. En este sentido, Lacan afirma en el Seminario 23: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Para que resuene este decir, es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De hecho, lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificios, entre los cuales el mas importante es la oreja, porque no puede taponarse, clausurarse, cerrarse. Por esta vía responde en el cuerpo lo que he llamado la voz”.
El cuerpo del niño es entonces indisociable de ese primer universo, se construye en relación a lalengua, y el modo en que esta impacta sobre él.
Al carecer de un órgano del lenguaje, en este tiempo primero aquellos sonidos que le llegan al niño se presentan como algo no estructurado. Por su parte, la propia producción de sonidos del niño carece también de estructuración. En “La función del olvido de los sonidos primeros”, Carlos Quiroga escribe: “De entrada queremos subrayar el hecho de que en el balbuceo del niño se encuentran una suma de sonidos que no pueden ser reunidos en una sola lengua y no pasa lo mismo con los fonemas, en tanto estos últimos se definen por ser una unidad de lenguaje articulado, mientras el sonido no supone articulación alguna”. Podríamos decir que lalengua, esta forma primera del lenguaje, es, para el niño, pre sintáctica. No se ha producido aún la separación del significante y el significado. De hecho, la entrada del Otro y la estructura significante ya son un intento de articulación de esos sonidos primeros. Dicho de otro modo: el inconsciente estructurado como un lenguaje es lógicamente posterior a este momento de lalengua.
Ahora bien, llegamos al punto principal: la condición de posibilidad para la incorporación por parte del niño de lo que será su lengua materna. Para que tal incorporación sea posible deberá operar una perdida. Precisamente, estos sonidos, estos detritos del lenguaje que exceden los sonidos que configuran una lengua particular, son lo que debe perderse. Insistimos: la incorporación de la lengua materna depende de que dicha perdida se produzca. Dicho de otro modo: la capacidad poliglota del niño debe perderse para que una lengua pueda ser incorporada. En el texto ya citado, Carlos Quiroga afirma: “la pérdida de cierta capacidad fónica ilimitada, perdida que se produce en el tiempo de la alienación a una lengua, es fundamental para su adquisición”. No va de suyo, entonces, que podamos incorporar una lengua.
Si recordamos aquello de “lo oído y lo visto” sobre lo que Freud insiste al fundamentar su concepción sobre la fantasía, podemos pensar que allí hay contenidos elementos de este primer momento pre-discursivo. Argumento fundamental para pensar que el inconsciente freudiano no se reduce a las formaciones del inconsciente; que no todo lo inconsciente son significantes separados de su significado, que la represión y el olvido son dos operaciones diferentes. Ahora bien: ¿Cuál es el modo en que estos restos no discursivos retornan en el sujeto? La pista que hemos venido siguiendo para rastrear estos retornos es la pista de la mímesis. Los fenómenos miméticos, presentes en toda estructura subjetiva, dan cuenta de ese retorno intraducible, retorno que nos señala que aquella pérdida nunca es completa.
Lalengua materna
Hemos trabajado el texto de Carlos Quiroga titulado “La función del olvido de los sonidos primeros”. Principalmente porque permite pensar rigurosamente el concepto de “lalengua” en su relación al cuerpo -es decir, en su dimensión clínica- sin volverse meramente especulativo y sin perder el rastro freudiano.
Destacamos que de allí se desprende una hipótesis: esos sonidos pulsionales del balbuceo infantil constituyen un espacio de la Cosa materna anterior a la alienación a la lengua materna, lengua ésta por demás celosa de sus propios sonidos. Es así, entonces, que esta lengua ejerce una represión sobre algunos de aquellos sonidos que no puede incorporar forzando su olvido, su pérdida.
La única manera de habitar una lengua es perdiendo la posibilidad de habitar otras. ¿Dónde quedan esos sonidos y cuáles son sus retornos?
Es el plus-de-goce como función de la renuncia al goce por efecto del discurso. Cabe preguntar ¿de qué renuncia y de qué goce se trata a la hora de entrar en el discurso analítico en nuestra lengua, es decir, al traducirlo al castellano?
Cuando hacíamos referencia a la articulación de lalengua y el cuerpo, hacíamos referencia a los “modos de hablar”. También destacamos que el sonido con sus vibraciones no conoce los límites de la piel, y que el oído es paradigma de pasividad en tanto no puede cerrarse. Respecto de lalengua es importante destacar su sonoridad como su carácter vibrante, que mueve. Se asemeja al ronroneo de los gatos. Ubicamos un tiempo anterior de la palabra que es cuando no hay distinción entre significante y significado. No hay pre-verbal en el niño, sino pre-sintáctico. Es decir, una palabra previa a que las leyes de la sintáctica puedan ordenar con sus leyes y principios las expresiones y volverlas semánticamente interpretables. El ronroneo entonces, es un ruido, no es ni fonema ni significante y tiene la particularidad de hacer vibrar todo el cuerpo del animal y en este punto se emparenta a lalengua dado que ella es nuestro ronroneo. No está hecha para decir sino para gozar.
Así mismo el modo de hablar destaca el punto de una sonoridad que impacta en el oyente. Las expresiones populares del estilo “no puedo dejar de escucharlo”, esa forma de la seducción que toca más la cadencia sonora que él contenido. Personas que al comenzar a hablar nos duermen por más que reconocemos que lo que dicen es muy interesante. O en relación al odio “no lo soporto, no puedo escucharlo”, también se dice sobre esto “es una cuestión de piel”. Volvemos a encontrarnos con esa piel sonora, esa piel hecha de retazos de palabras, sonidos y vibraciones.
El lenguaje psicoanalítico debe atender a estos puntos en su traducción y en su producción. Muchas cosas interesantes de esa bolsa inmensa que se designa como “pos-freudianos” no son atendidas, y creemos que en ocasiones esa desatención tiene que ver con el lenguaje utilizado, la más de las veces con vicios propios del discurso médico, un discurso hecho, como antes decíamos “para especialistas”.
Entonces, lo que Lacan llama lalengua no se corresponde a ningún elemento formal de la lengua. Se trata de un universo sonoro, pre-sintáctico. Un paso previo a la estructuración del lenguaje, a su articulación, de ahí las metáforas acuosas, líquidas de Lacan para designar ese “medio tan real como el medio natural” al que el niño nace. Un medio líquido/sonoro que impacta en el cuerpo del niño haciéndolo surgir, alterando su ritmo respiratorio, su ritmo cardíaco. Un medio tan hostil cuanto no se cuenta con el aparato fonador con que responder ni percibir.
Lalengua no son los fonemas, sino los sonidos, sus ritmos, cadencias y vibraciones, que por ejemplo explotan en la poesía, la música o el orgasmo.
San Agustín afirmaba que la verdadera primera lengua era la paterna. La lengua materna, entonces, refiere a esos sonidos que unen a la Cosa materna. Dice León Rozitchner en “La cosa y la cruz”, que San Agustín: «convierte a la palabra pulsión de la madre (sensible) en Palabra-espíritu del Padre (intelecto). Salva así el primer hiato y lo llena: Dios-padre habla, más bien grita, el sentido de las cosas”.
«De esto me di cuenta después, cuando me lo gritabas por medio de todos tus dones, que concedes interior y exteriormente. Porque entonces yo solo sabía mamar y apaciguarme con lo que halaga mi carne, o llorar con lo que la ofendía y nada más (…) Por eso agitaba mis miembros y daba voces, signos semejantes a mis deseos». (San Agustín, Confesiones, Capítulo VI).

Juan Manuel Quiroga (Buenos Aires, 1983)
Psicoanalista. Miembro fundador del Centro de Lecturas Debate y Transmisión. Institución declarada sitio de interés por el senado de la nación por su tarea de investigación y difusión del psicoanálisis y su relación a otras disciplinas como el arte, la filosofía, y la literatura. Se desempeָñó como director de la institución por tres mandatos. Impulsor del movimiento Psicoanálisis en lengua castellana. Licenciado en psicología. Maestrando en psicoanálisis. Docente por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora en la Cátedra de Psicología Psicoanalítica y Psicología General. Coordinador del grupo de lectura Los nietos de Masotta. Presidente y Director de Promover Asociación Mutual. (Centro dedicado a la atención y asistencia de personas multidiscapacitadas, enfermedades neurológicas, T.G.D. y enfermedades del espectro autista, en diferentes programas y dispositivos. Hogar con Cet, Cet y consultorios externos). Ha escrito diferentes libros en colaboración y publicado artículos y textos en diferentes revistas.
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